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"Objetos intersticiales" Carlos Silva

Caballo de Troya

Exhibición Feria de Arte Contemporáneo Periférica 2006, realizada en el Centro Cultural Borges, Buenos Aires, Argentina.


Artistas invitados:

Esteban Córdova, Rodrigo Ortega, Consuelo Polanco, Claudia Rodríguez, Angie Saiz, Carlos Silva.

 

Curador: Ricardo Pizarro

Caballo de Troya se presenta como una estrategia de movilidad y acción económica, dentro del arte contemporáneo visual y sus desplazamientos. Ésta se ha venido a instaurar progresivamente como una figura re-conocible proveniente de los alcances de la autogestión que asume, a su vez, una escena con precarias o insuficientes plataformas artísticas culturales en nuestro país.


 

Su referente más emblemático se debe a la aparición en la escena del arte contemporáneo, de las paradigmáticas pinturas aeropostales de Eugenio Dittborn, pinturas de gran formato, realizadas sobre tela sintética, que tienen la capacidad de plegarse hasta quedar reducidas a un formato menor que, posteriormente son insertas en sobres trasladados por correo tradicional y que se han paseado por diversos espacios del arte contemporáneo mundial. Desde acá, han sido muchos los artistas que la han utilizado simplemente como estrategia de movilidad y otros tantos que lo han incorporado dentro de las temáticas de su producción de obra.


 

Lo que en 1era instancia se constituye como una solución pragmática, venida de la imposibilidad presupuestaria de trasladar obras de gran envergadura de un escenario a otro (extranjero), comienza, en su acción, a tomar connotancias inusitadas que sobrexceden los comportamientos tradicionales, dentro del flujo de obras en el circuito de arte contemporáneo local, como en el contexto del actual mercado del arte mundial.


 

La obra tiene la capacidad de presentar una línea de reflexión –digamos su densidad ideológica- desde una densidad material leve, liviana, precaria, fragmentaria, flexible o portátil, que presenta o carga (en alguna medida) su sentido en las relaciones de (dis)tensión con su propia materialidad. Esto último es particularmente observable, ya que la obra, en su traslado físico en la generalidad de los casos se fragmenta, reduciendo su calidad o categoría de obra de arte para ser considerada como “material de montaje” o en muchos casos pasar simplemente desapercibida dentro del equipaje de un individuo.


 

Es desde esta flexibilidad material, que a diferencia de muchas obras de arte contemporáneo, cuya envergadura obliga (en su traslado) a desplegar todo un sistema de aparatajes de seguridad y blindaje, incluidos seguros y tarifas especiales etc., donde comienza a articularse la poética de lo precario o leve, capaz de portar en su sutil cuerpo material, mayores densidades de reflexión, y lo hace, en conjunto con los esfuerzos independientes de las estrategias autogestionadas, y la perspectiva del viaje, como desplazamiento productivo de visibilidad y difusión en un plano internacional. Desde acá, Caballo de Troya debe ser entendida, como una operación que pone en circulación una línea de reflexividad basada en su propia movilidad como elemento transversal de abordaje crítico, y que en su sustento autogestionado pronuncia su estado de independencia, respecto de eventuales filiaciones institucionales delimitantes.


 

Ricardo Pizarro 
Santiago de Chile, octubre 2006.

Angie Saiz (obra del fondo)

Esteban Córdova (suelo) Consuelo Polanco (muro)

Crónicas de movilidad

Caballo de Troya en Periferica 2006 


 

A dos semanas del término de la feria de arte contemporáneo Periférica (2006), llevada a cabo en el centro cultural Borges en Buenos Aires, es posible hacer un reconocimiento de la gestión realizada, así como una evaluación general de la exhibición propuesta por el marco curatorial “Caballo de Troya”, a la que acudieron seis artistas invitados desde el sitio artenlinea.com; Esteban Córdova, Rodrigo Ortega, Consuelo Polanco, Claudia Rodríguez, Angie Saiz y Carlos Silva.


 

Se invitó a cada uno de ellos, a presentar una obra que recoja, de alguna forma, la temática planteada como estrategia de movilidad (ver texto curatorial) que permitiera tanto, un desplazamiento y abordaje del espacio dado, así como planteara desde su reflexión visual, diversos desplazamientos o movilidades en la construcción de su imaginario visual. A partir de esto, permítanme elaborar una breve re-lectura de las premisas en las cuales se fundó la curatoría, diseñada especialmente para esta instancia, y aplicarlas de modo evaluativo a la experiencia y su resultado desde cada obra y su conjunto.


 

No era para nosotros un misterio, que el certamen aludido se presentara en formato de “feria”, más allá de tratarse (o no) de arte contemporáneo, el espacio de exhibición corresponde a un “stand” (basado en la presentación de espacios y sus obras a modo de “mostrario” destinadas mayormente a su venta), por lo tanto, lo que sí suponía un grado de incertidumbre, era si nuestra estrategia de abordaje, en el sentido de presentarse como un cuerpo de exhibición cohesionado, cuyas obras necesitarían de su respectivo espacio independiente – digamos su aire- para mantener la pulcritud de sus lecturas y propiciar un conjunto debidamente dialogante, rendiría eficacia. Todo esto, teniendo en cuenta que el formato de las obras, aún manteniendo la mayoría de ellas un cuerpo sutil, no era menor, y que tratándose de las características y limitancias del espacio dado, constituía entonces el mayor desafío en la materialización de nuestra propuesta exhibitiva.


 

Dicho lo anterior, tengo la sensación (compartida por la impresión de los propios artistas participantes) que además de nuestra estrategia de movilidad, en cuanto al traslado de obras de menor densidad física, cumplió ampliamente con sus expectativas práctico-ideológicas (esto fue reforzado con la experiencia de haber visto como otros artistas provenientes también del extranjero, cargaban aparatosos bultos a la llegada al centro Borges).


 

Pero más allá de esto, es preciso hacer notar que, justamente aquellas características físicas de las obras involucradas, redundó en un planteamiento general de la exhibición limpia y espacial, cuya pulcritud se separó ostensiblemente de la gran mayoría de los stands participantes que, por supuesto, atiborraron cada centímetro de muro, generando una amalgama visual indescifrable, lo que dio finalmente a nuestra muestra una distinción formal, que hizo notar la rigurosidad de los planteamientos y reflexiones visuales de la obra de cada artista involucrado.


 

En un contexto general (toda la feria) de yuxtaposición y concentración máxima de visualidad francamente abrumadora, nuestra preocupación y determinación espacial permitió situar al espectador con holgura en cada obra y su lectura, y conducir eventualmente a las reflexiones, y cargas visuales o metafóricas implícitas en cada imagen y sus contenidos.


 

Ricardo Pizarro

Buenos Aires, diciembre 2006

Claudia Rodríguez

Esteban Córdova (suelo) Claudia Rodríguez (muro abajo) Rodrigo Ortega (muro arriba) Carlos Silva (panel lateral)

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