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Me interesa mantener una ‘oscilación’ entre lo ético y estético, entre lo trascendente y desechable, entre lo espiritual y banal, entre alta y baja cultura, entre ocio y negocio, entre ancestral y contemporáneo.

 

La obra de Ricardo Pizarro parte del propio problema de producción de arte contemporáneo, batiéndose a duelo entre la precariedad, la autogestión y su escaso margen de éxito. Volcándose a la tarea de revisar soportes y procedimientos que le sean compatibles con una economía material y productiva, donde, sin embargo, invierte muchísimo tiempo en un hacer manual, artesanal, repetitivo, en muchos casos extenuante. Así Pizarro explota el principal capital con que cuenta; su propia mano de obra. En sus primeras obras el autor se somete a acciones como llenar un extenso muro con espermatozoides dibujados solo con una barra de grafito (Con-curso, 2001). Del mismo modo, inserta miles de tachuelas en una plancha de plumavit con las que multiplica el signo + por toda la superficie (No +,2007), construye también extensas minirrejillas de palitos de helado y fósforo que cruzan espaciosas galerías de arte (Solitaria, 2015). En sus conocidas obras de pliegos de papel absorbente, traza a mano formas abstractas compuestas de diminutos y consecutivos puntos de plumón, con un diseño calculado pero artesanal (De Utilería, 2006, Nec Otium ocio y negocio, 2011),  Así, una y otra vez reproduce de modo manual formas y signos básicos. Esta táctica le permite parodiar la elaboración industrial, típica del minimalismo, cuyos procedimientos eliminan la huella del artista. La técnica manual rescata la figura del autor como ser creativo y hacedor de objetos al margen de la producción en masa.

 

Más tarde, el artista dota a estos procedimientos de una connotación espiritual, reemplazando el tedio manual-mecánico de sus obras anteriores, por la idea de un accionar como terapia meditativa (No Tengo templo, 2013. Amor Vacui, 2015), en estas geometrías concéntricas sobre papel absorbente desechable (de cocina) Pizarro demora varios años, exponiendo estacionariamente los resultados parciales bajo títulos distintos cada vez (Optimístico, 2013. El Silencio Interno, 2015. Pensar sin pensar 2019). En sus trabajos más recientes el artista trabaja con los remanentes de su propia producción, generando series a modo de remakes que, sin embargo, dejan atrás el carácter vulnerable o desechable de sus trabajos anteriores, reemplazándolos por materiales impermeables desarrollados industrialmente para espacios y funciones domésticas (Mínimal Doméstico, 2020).

Actualmente, el artista se ha volcado a estudiar acuciosamente la gráfica prehispánica y preincaica de la cultura Diaguita. Etnia andina reconocida oficialmente por el estado chileno solo desde el año 2006, del que no sabía que era parte sino hasta el año 2009 cuando su padre le presenta un documento emitido por la comisión de desarrollo indígena (CONADI), que así lo certifica. Este impacto identitario vincula su producción geométrica con la de esta ancestralidad, abriendo en su trabajo una conmovedora relación entre presente y pasado.

 

 

 

 

 

 

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